CATA PARA UN REY

Un cuento de VINOS DE los Valles del Loira

Hace muchos, muchos años, en los hermosos Valles del Loira, el rey Francisco I de Francia construyó un castillo que se hizo célebre, no solo por su gran belleza, sino también por su descomunal tamaño.

Al principio, el rey solo deseaba un pabellón de caza en el bosque de Chambord, pero se enamoró tanto del lugar, que terminó contratando a los mejores ingenieros y arquitectos de la época, entre ellos a Leonardo da Vinci y a Domenico da Cortona, para que diseñaran un castillo que combinara los estilos gótico y renacentista. El resultado final fue un inmenso palacio con cuatrocientas cuarenta habitaciones, trescientas sesenta y cinco chimeneas, ochenta y cuatro escaleras y cincuenta kilómetros cuadrados de bosques y jardines que en poco muy tiempo se hicieron legendarios en toda Europa. De hecho, no había un solo monarca que no quisiera ir a cazar ciervos a Chambord. Sin embargo, después de la muerte de Francisco I, el castillo comenzó a caer en desuso y, con el paso del tiempo y la aparición de nuevos palacios, llegó el día en que ya nadie lo visitaba. En ocasiones se acercaba uno que otro curioso, pero los días de gloria habían quedado en el pasado.

Lo cierto del caso, es que durante un siglo seis monarcas se sucedieron al trono, y en todo ese tiempo el Castillo de Chambord estuvo prácticamente vacío. El único vestigio de vida que conservaba era un viejo mayordomo, orgulloso y fiel a las tradiciones cortesanas, que junto a un puñado de criados había asumido la difícil tarea de mantener en pie al majestuoso palacio. Como era de esperar, el pobre hombre llevaba una vida solitaria y llena de sacrificios, pero resulta que el castillo era tan grande, y la lista de quehaceres tan variada y extensa, que nunca tuvo tiempo para el ocio ni para quejarse de la monotonía. De hecho, su única queja se debía a los escasos fondos que le asignaba la corona. Pero un día todo eso cambió, y lo que había sido un lugar olvidado y apacible, se convirtió de la noche a la mañana en un verdadero maremágnum.

Resulta ser, que el Rey Luis XIV de Francia, universalmente conocido por su amor a las artes, pero sobre todo por su afición a la danza, un día se le ocurrió la brillante idea de estrenar una obra de Moliere en un lugar que no fuera el Palacio de Versalles. Se dice que Luis XIV quería imprimirle un carácter realista a la obra. Otros, por el contrario, opinan que tan solo quería salir de la monotonía y sorprender a sus ilustres invitados. Pero la verdad es que nunca sabremos cuales fueron sus intenciones. Lo que, si podemos afirmar, es que al mayordomo casi le da un infarto el día que comenzaron a llegar cientos de cortesanos, aristócratas, guardias reales, criados, ayudas de cámara, cocineros, pasteleros, sirvientas, músicos, actores, sastres, cirujanos, peluqueros, pajes, damas de compañía y pare usted de contar.

A pesar de que el Castillo de Chambord era inmenso, las cuatrocientas cuarenta habitaciones lucían insuficientes para albergar a ese gentío. Sin embargo, eso no era lo que más le preocupaba al mayordomo, ya que, al fin de cuentas, a la mayoría de los sirvientes se les podía improvisar un aposento en los almacenes, en las caballerizas o incluso en una aldea cercana al palacio. En realidad, lo que realmente le ponía los nervios de punta, era la presencia del gran chambelán; ese personaje encumbrado y petulante que se encargaba de los asuntos privados del rey, y que era capaz de enloquecer a cualquiera con sus ínfulas reales y caprichos extravagantes. 

Ahora bien, el día que el gran chambelán llegó a Chambord, lo hizo a toda pompa y acompañado de su inseparable secretario. Y, como buen entusiasta del “rigueur” y las modas de Versalles, llegó ataviado con una imponente casaca, zapatos de tacón rojo, una frondosa peluca rizada y un sombrero de ala ancha con plumas de avestruz. Lo cierto del caso, es que después de inspeccionar a los criados y pasearse por los salones con su habitual aire de arrogancia y amaneramiento, se detuvo al frente de las escaleras y exclamó — ¡Vaya Señor Mayordomo! Las instalaciones están mejor de lo que yo pensaba. Sin embargo, a partir de hoy, yo me encargo de los aposentos de su majestad y sus altezas reales ¿Le queda claro?

—¡Si, su señoría! — le respondió el mayordomo humildemente

—¡Ah, una cosa más! — le dijo el chambelán — antes de la gala, al rey le gustaría probar algunos productos locales para ver cuál de ellos se incluye en el menú, así que le sugiero que se ponga a trabajar de inmediato, porque dentro de tres días llegará su majestad 

— Disculpe su señoría, ¿A qué se refiere con productos locales? 

— ¡Pues no sé señor mayordomo! — le respondió despectivamente el chambelán — A lo que sea que ustedes coman aquí; quesos, longaniza, bollos, pasteles. ¡No sé! ¡Vaya y pregúntele a su cocinero! 

— Si su señoría, lo que quise decir, es que, si entre los productos locales se incluyen otras cosas, no sé, como vinos de la región, por ejemplo 

— ¿Vinos de la región? Jajaja, que ocurrencia mayordomo. Su majestad solo bebe vinos de altísima calidad. Esa es la razón por la que siempre viajamos con vinos de Borgoña, Champagne, Saint-Emilion, Tokaji… 

— ¡Me disculpa su señoría!, — le interrumpió el mayordomo — pero en Val de Loire también producimos vinos de gran calidad. Incluso, en una época fueron muy apreciados por los reyes de Francia, así que quizás a su majestad le gustaría probar lo que bebían sus ancestros ¿No le parece? 

— ¡Jajaja! ¡señor mayordomo!, la verdad es que su insistencia y candidez me conmueven. Quizás esos vinos sean de su agrado, o del agrado de toda esta plebe que vive aquí con usted, pero dudo muchísimo que estén a la altura del paladar de su majestad 

— ¡Su señoría! — le respondió el mayordomo con tono de indignación— No veo porque su majestad no puede probarlos y decidir por sí mismo si le gustan o no. Le apuesto a que va a quedar sorprendido con nuestros vinos del Loira

— ¿Cómo dice? ¿Usted se atreve a contradecirme? ¿A insinuar que conoce los gustos de su majestad mejor que yo y, de paso, hacerme una apuesta? ¿A mí? ¿Al gran chambelán del rey? ¡Vaya insolencia la suya! Quiero que sepa que, por mucho menos, otros canallas como usted han perdido la cabeza, pero dadas las circunstancias lo voy a perdonar. Aunque, pensándolo bien, le voy a tomar la palabra sobre la apuesta. ¡Jajaja! ¡Si, que divertido!  La verdad es que me fascinan las apuestas.  Por lo tanto, le propongo que prepare una cata con los vinos de Val de Loire. Los que usted quiera. Pero con una condición. Y esa condición es que, si al rey no le gustan, el día después de la gala, ese mismísimo día, usted coge sus cachivaches y se larga de este castillo para siempre ¿me ha comprendido? 

— Si, le comprendo perfectamente su señoría, pero me gustaría saber una cosa más ¿Qué pasa si al rey le gusta uno de los vinos? 

— ¿Gustarle uno de los vinos? Jajaja, eso jamás va a ocurrir, pero igual déjame pensar…¡Humm! ¡Ya! ¡Lo tengo! En ese caso, le voy a obsequiar la mejor peluca de mi colección, o la que mejor le quede, ya que el día del estreno va a necesitar una con urgencia para que se cubra esa calva horrible y luzca presentable ¿No le parece? ¡jajaja! Es más, estoy tan seguro de que voy a ganar, que le voy a dar una peluca por cada vino que pase la prueba ¡Jaja! ¡Por favor, secretario! Tome nota de lo que hemos hablado. No quiero que se diga que no cumplimos con nuestros acuerdos. Y bien, ya que terminamos con esta odiosa discusión, es hora de que lleven mi equipaje a los aposentos. ¡Vamos, vamos, apúrense que el tiempo es oro! 

Después de aquel altercado, el viejo mayordomo se encontraba en un verdadero dilema. Por un lado, se arrepentía de haber confrontado al chambelán, pero, por otro lado, sentía que había hecho lo correcto al defender la dignidad de sus criados y el prestigio del Loira. Sin embargo, la crueldad del chambelán era célebre y no había tiempo que perder. Debía enfocarse de inmediato en planificar una cata. Pero ojo, no podía ser una cata cualquiera. Tenía que ser, literalmente, una cata para un rey.

Durante horas le dio mil vueltas a la cabeza. Sabía que el rey era un avezado catador, por lo que no podía depender solamente de los vinos del Loira. Tenía que ofrecerle algo más. Si realmente lo quería convencer, debía contar con un argumento original. Algo contundente. Algo que captara su atención. Fue entonces cuando se preguntó — ¿Qué es lo que más le atrae al Rey Sol aparte del poder, las victorias militares, el Palacio de Versalles y ser el centro de atención? Humm, déjame ver, déjame ver. ¡Ya! ¡Lo tengo! ¡Lo que más le gusta son las artes! ¡Si, eso es! Su majestad es un amante de la arquitectura, del teatro, del ballet. Pero un momento, ¿y eso qué tiene que ver con una cata de vinos? ¡Vaya, que complicado, déjame pensar! ¡Ah, ya sé! ¡La “mise-en-scéne”, es decir, la puesta en escena! ¡Eso es! Al rey le encantan los decorados, el diseño, el vestuario, la simetría, el orden, la teatralidad, en fin, todo aquello que genere un impacto visual y le imprima dramatismo a la obra ¡Si, eso es! Más que una cata, lo que debo hacer para captar la atención del rey es una gran puesta en escena.

Dicho esto, el mayordomo puso manos a la obra y comenzó a trabajar en una puesta en escena que fuera digna del Rey Sol. Se le ocurrió una idea atractiva, pero sencilla y fácil de entender. En virtud de que en Val de Loire solo hay cuatro regiones vinícolas, y que todas producen vinos mono-varietales, lo que hizo fue dibujar sobre una mesa las cuatro regiones y, sobre cada una de ellas, colocar los vinos correspondientes con sus nombres y una breve descripción. A saber:

(1) Región Centro - Clima continental. Suelos de tiza y fósiles marinos. Produce vinos tintos de uva Gamay, pero se destaca por los vinos blancos de Sauvignon Blanc. Los vinos blancos son expresivos, con sabores herbáceos y cítricos, con alta acidez y aromas de sauco, limón y notas ahumadas. Principales vinos y viñedos: Sancerre, Pouilly Fumé y Menetou-Salon.

(2) Región Touraine (cerca de la ciudad de Tours) – Clima Continental. Al este de la región, en Vouvray, se producen vinos blancos de uva Chenin Blanc en diversos estilos (tranquilos, espumantes y dulces). Los vinos jóvenes tienen aromas de manzanas y notas minerales, y con la edad son redondos y con notas de miel.  Al oeste, en los suelos ricos en arcilla y grava, se producen los mejores vinos tintos de Val de Loire a base de Cabernet Franc. Estos vinos son corpulentos y con potencial de guarda. Entre ellos Chinon, Bourgeil y St. Nicolas de Bourgeil.

(3) Región Anjou-Saumur - Clima continental con influencias de clima marítimo. Los mejores Cabernet Franc están en Saumur Champigny y tienen un estilo afrutado. Destacan los vinos dulces de uva Chenin Blanc de Coteaux de Layon, Quarts de Chaume y Bonnezeaux. Los blancos secos de Savenniéres atraen por su complejidad, mineralidad y potencial de guarda. Los rosados “Rosé d´Anjou” son atractivos por su juventud y frescura.

(4) Región Nantáis (cerca de la ciudad de Nantes) – Clima marítimo por su proximidad al Atlántico. Los suelos son diversos con abundancia de esquistos, granito y arena. El principal vino es el Muscadet, producido con uva Melon Blanc, también conocida como Muscadet. Los vinos tienen aromas de pasto y manzana verde. Destaca el Muscadet sur Lie, que tiene crianza en sus lías, lo cual aporta cuerpo y un rico aroma de levadura.

Justo a los tres días, en una fría y bucólica tarde de otoño, el rey se presentó a la cata acompañado de su preferida, un pequeño grupo de aristócratas, el chef de cocina de Versalles y el gran chambelán con su inseparable secretario. Entre reverencias y cortesías, los primeros minutos de la antesala fueron bastante tensos y, para colmo, ese día el rey no lucía su mejor semblante. Se le veía taciturno, cansado, como si estuviera enfermo. Sin embargo, el mayordomo no estaba dispuesto a dejarse frustrar por el estado de ánimo del rey, ni mucho menos por los desplantes del chambelán. Había trabajado sin descanso durante días, y lo había hecho con la plena convicción de que todos sus productos eran de una gran calidad.

Para comenzar, en la sala había colocado la platería y las copas de cristal sobre toneles de roble del mismísimo bosque de Chambord. Luego, en el centro de la sala, puso una mesa vestida de lino y encajes en la cual se exhibían los productos de la región.

Por ejemplo, al lado de los vinos blancos de Sancerre y Pouilly Fumé, se exhibían algunas delicias dignas de mencionar. Del huerto: las lentejas de Berry, los vegetales encurtidos y los famosos espárragos del Loira, tanto los blancos de Soloña como los verdes de Chambord. Del río: las truchas ahumadas, el lucio asado y los filetes de carpa en salsa de mantequilla. Y de la granja: los quesos de cabra de Sainte-Maure, Pouligny, Crottin de Chavignol y las ricas pirámides de Valencay.

Luego, en la sección de Touraine, entre los Chenin Blanc de Vouvray y los vinos tintos de Chinon, se podían degustar rilletes de cerdo, paté de Chartres, anguila en salsa de vino, liebre a la mostaza, gallinetas de Mans y unas suculentas chuletillas de ciervo con hongos pieds-de-mouton.

De la región marítima de Nantes, acompañando a los vinos blancos de Muscadet sur Lie, había fuentes con camarones, salmón ahumado del Atlántico, mejillones a la crema, pollo de Challans, magret de pato al Muscadet y bacalao horneado en flor de sal de Guérande.

Por último, maridando los vinos dulces de Anjou-Saumur y los Rosé d´Anjou, se ofrecían frutas frescas, frutas secas y los postres típicos del Loira, tales como magdalenas, macarons de variados aromas, dulce de membrillo de Orleans, torta de Nantes, el legendario pan tourton, monedas de chocolate de Tours, pralines de almendras de Montargis y un tarro de miel de Sologne.

Por supuesto que, ante esta puesta en escena, el señor mayordomo prácticamente no tenía más nada que hacer. Por lo que se apartó a un lado de la sala. Sin decir una palabra. Observando todo a su alrededor. Atento a todo lo que hacía el rey. Analizando cada uno de sus movimientos. Viendo cómo se paseaba por la sala antes de degustar un vino o probar un bocado, aunque fuera de manera frugal. Pero de pronto, cuando apenas había pasado media hora y los invitados recién le cogían el gusto a la cosa, el rey alzó la mano y exclamó — ¡Bueno, creo que ya ha sido suficiente por hoy!

Como era de prever, los asistentes se miraron unos a otros en total desconcierto y frustración, pero, por tratarse del rey, no tuvieron más alternativa que dejar sus copas sobre la mesa y preparar la retirada sin chistar. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de abandonar la sala, el chambelán se acerca al rey, y en voz muy baja y con un tono cargado de malicia le dice— En conclusión, su majestad, no se incluye nada para la gala. ¿Correcto? 

A lo cual el rey le respondió a viva voz —¡Por el contrario, chambelán! Quiero que se incluya todo. ¡Sin excepción!. Para el día de la gala quiero una cata idéntica, pero para todos mis invitados. Así que asegúrate de que al mayordomo y a los cocineros no les falte nada ¿Entendido? ¡Ah, y con respecto a usted, Señor Mayordomo! Me complace ver que el Castillo de Chambord está en buenas manos y cuenta con los servicios de un súbdito leal, honesto y eficiente 

Y así, mis queridos lectores, de esta manera tan sencilla como sorpresiva, finaliza nuestra humilde historia. Pero antes de despedirnos, quisiéramos compartir con ustedes algunos datos históricos.

  • El 14 de octubre de 1670, en la sala de guardias del Castillo de Chambord, se estrenó la obra “El Burgués Gentilhombre”. Una comedia-ballet en cinco actos escrita y dirigida por Moliere, con música y dirección orquestal de Lully, coreografía de Pierre Beauchamp y puesta en escena de Carlo Vigarani.

  • Durante la Segunda Guerra Mundial, el Castillo de Chambord sirvió de refugio a muchas obras de arte del Louvre. Entre ellas la “Venus de Milo”, “La Muerte de la Virgen” del maestro Caravaggio, “La Liberté” de Eugene Delacroix y “La Gioconda” de Leonardo da Vinci.

  • En 1981 Chambord fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Hoy en día es uno de los castillos más visitados de Europa.

  • Y con relación al Señor Mayordomo, no sabemos qué fue de su vida. Pero nos regocijamos con la idea de que vivió feliz en el Castillo de Chambord y que llegó a tener una colección de pelucas realmente envidiable.

  

Colorín Colorado. Este cuento se ha acabado.

SALUD

Cuento inspirado en vinos, lugares, personas y hechos de la vida real.

Algunos personajes y situaciones son ficticios. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.

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